Tuesday, January 13, 2009

Triste Conveniencia.

Qué inútil es buscarte, aquí, donde los metales se doblan con la mañana.
Inútil, digo, buscarte en cada sonrisa, o en cada pradera de ensueño, en cada oferta pecaminosa que la noche trae en una brisa húmeda desde las montañas, o el día, qué se yo. Así, casi en secreto, mientras cruzo miradas que relamen lo bizarro de mi ánimo y cuando salgo de mí...

De esas miradas me dibujo una historia, me pienso en tus brazos, te acaricio con silencios, besos mudos que suavemente se desintegran al chocar con el primer eucalipto de la entrada.
Aquí, que es campo y cielo gris; aquí te busco inútilmente, me busco en el calor de tu ausencia, y con la herejía del recuerdo me siento a la mesa solo, solo en las risas de bebé, y en todos los otros cuchillos que me circundan, que, al final, de fondo no se escuchan.

Te pienso aquí, donde te busco, donde no estás, donde no puedes sentirme mientras te pienso.

Es que no puedes sentir lo agrio de la persecución, que el seguirte ciego mientras tus ojos me queman la espalda, es mi negación a la posibilidad de encontrarte desde tan lejos, ¿no puedes, a caso, sentirme cuando te encuentro en algún sueño?

Aquí, donde te busco, te pienso, y te encuentro en un sueño, vale más el minuto sin la tibieza de tu boca que la ilusión de un caos. Es, entonces, perfectamente necesario, que te busque para no encontrarte, que me pare en la vereda a mirar vendado lo que tus manos hubieran hecho de mi, y así, encontrarme con alguna de estas letras en lo negro de mi andar, con la pretensión de lograr esa unión, inútil, que no te aleje, que no te mutile en las primeras horas de la mañana.

Te extraño.

Te extraño y te renuncio cuando me levanto de la mesa, todavía solo, y cuelgo en mi ropero, tu mirada que se apaga.

Apago la luz
_________y te sueño...

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