Friday, January 30, 2009

Un Segundo


Me pareció una eternidad, resuelta en el acto de cruzar una calle semi vacía de Miguel Grau al mediodía, un beso mañanero, tu tibieza que no se llegó a traducir durante el suspiro previo, tu olor a flor marchita y tus caricias que se debían a el modo correcto de pasar tu mano derecha por mi mejilla. Solo de ese modo podías cruzarte la habitación como un monton de palabras sordas y suavemente hundirte en mi almohada.
Cuando (lejano) divisé el decenso de tu cuerpo, como una pluma ligera en un paisaje deliberadamente gris, me invadió la extrañeza de un saberse desconocido, la ilógica comparación con los colores y los veranos pasados, la necesidad de justificar mi deseo ermitaño y la angustia que dejó lo poco representativo que fué este segundo en esta mañana.

Monday, January 19, 2009

Vampiro

Es, definitivamente uno de esos pasajeros miedosos de avión, esos que llevan su cara sentada en una piedra, imaginándose el cigarrillo que podría estar fumando, de no ser, claro, por que está en un avión.
Julio se levanta en la mañana bostezando bonito, toma café (A veces mate, cuando no está solo) al paisaje desde la mesa hacia abajo lo sacó del típico cuento aventura urbana, en el que el hombre es su propio dios y construye todo como le place. El verde obstinado del césped se come su mirada a diario, los regadores, y la idea de un hoy exitoso.
A las siete de la mañana, cuando el cielo comienza a ser gris, lo vienen a visitar. Todas se llaman Jannet, todas huelen a sexo barato, tienen la misma cara, la dureza magnánima en la mirada, o al menos es lo que dibujan todas sus piernas al caminar. Una ventaja de vivir con Julio, además de su talento en la cocina, es la facilidad con la que me elimina de su mundo cuando el silencio corta los diálogos, y en la antesala del ritual, cuando una nueva sombra se anuncia desde lejos, detrás del límite, me ofrece como a un menesteroso robot un poco de eso que lo eleva de la realidad, suelo rechazarlo para sentarme y volver a degustar la nueva corriente de aire que estremece las copas de los árboles.
El trabajo es duro, para mí, cada metro cuadrado es un desierto, los rincones están llenos de alimañas, bichos que gritan sus nombres por encima de la niebla que come sueños sin sal. A veces pienso que no existe la urgente necesidad de caminar tan poco, ensuciarme las manos, la consciencia y el pantalón cuando mi mundo es tan hermoso, es tan yo, y me deja habitarlo sin culpas. Pero vivir encerrado en la cueva de Julio, dejar de existir en la mañana, y refugiarme en un baño que huele a bosta y tabaco, son males que no merecen asiento en mi vuelo.

Al mediodía él cocina, comemos, y, como los gallos, comienza a subir esa melodía estridente que atrae a Jannet, o alguna de ellas.
Pensándolo bien, no hago tanto entre sol y sol como para cansarme de estar cansado, en ese tiempo de lujuria y papeles ensangrentados, en el que Julio se entretiene asesinando, me acompañan algunos libros que me regalan algunas ideas, una guitarra que me regala la impotencia de ser mudo, y que me lleva a sentarme aquí.
Alguna vez escribí que los cigarrillos se prendían solos, de día, siempre, por que la gente camina por paseos de zombies y uno tiene que comerse un brazo para no ser mutilado y arrojado a una zanja que parece ciudad; pero eso no importa ahora, es de tarde, y dejé de existir a la mañana. Así son los días aquí, bah, un poco así, algo como una mala película y un mate lavado.

Las noches son del silencio, las posee con calma, para él no tengo quejas, es el rey de mi mundo, me deja esbozar mis letras después de la cena, y aburrirme también, con la premonición de la carga que representa mantener viriles las letras soñadas, o frescas como una lechuga.

Tuesday, January 13, 2009

Triste Conveniencia.

Qué inútil es buscarte, aquí, donde los metales se doblan con la mañana.
Inútil, digo, buscarte en cada sonrisa, o en cada pradera de ensueño, en cada oferta pecaminosa que la noche trae en una brisa húmeda desde las montañas, o el día, qué se yo. Así, casi en secreto, mientras cruzo miradas que relamen lo bizarro de mi ánimo y cuando salgo de mí...

De esas miradas me dibujo una historia, me pienso en tus brazos, te acaricio con silencios, besos mudos que suavemente se desintegran al chocar con el primer eucalipto de la entrada.
Aquí, que es campo y cielo gris; aquí te busco inútilmente, me busco en el calor de tu ausencia, y con la herejía del recuerdo me siento a la mesa solo, solo en las risas de bebé, y en todos los otros cuchillos que me circundan, que, al final, de fondo no se escuchan.

Te pienso aquí, donde te busco, donde no estás, donde no puedes sentirme mientras te pienso.

Es que no puedes sentir lo agrio de la persecución, que el seguirte ciego mientras tus ojos me queman la espalda, es mi negación a la posibilidad de encontrarte desde tan lejos, ¿no puedes, a caso, sentirme cuando te encuentro en algún sueño?

Aquí, donde te busco, te pienso, y te encuentro en un sueño, vale más el minuto sin la tibieza de tu boca que la ilusión de un caos. Es, entonces, perfectamente necesario, que te busque para no encontrarte, que me pare en la vereda a mirar vendado lo que tus manos hubieran hecho de mi, y así, encontrarme con alguna de estas letras en lo negro de mi andar, con la pretensión de lograr esa unión, inútil, que no te aleje, que no te mutile en las primeras horas de la mañana.

Te extraño.

Te extraño y te renuncio cuando me levanto de la mesa, todavía solo, y cuelgo en mi ropero, tu mirada que se apaga.

Apago la luz
_________y te sueño...